Hoy en día, la sociedad
occidental está basada en el sistema económico capitalista. Sin embargo, esto
no ha sido siempre. Las sociedades, al igual que los
individuos, cambian y evolucionan constantemente. Estos cambios traen nuevos
modos de vida, formas de pensar, valores y ventajas y dificultades para
aquellos que viven en ellas.
Normalmente, el
paradigma con el que se analizan las sociedades es según su organización
económica y la forma en la que se gestionan los recursos. Cada uno de estos
elementos le da una característica específica.
Desde la Prehistoria
hasta la Edad Contemporánea, la forma de los humanos de organizarse en sociedad
ha pasado por varias fases bastante diferenciadas.
Thomas Hobbes, uno de
los antropólogos más importantes del siglo XVII, pensaba que la
existencia de una sociedad es imposible sin una organización en forma de
Estado. Por tanto, los humanos prehistóricos habrían existido en un estado de
constante lucha unos contra otros, lo que habría imposibilitado la aparición de
cualquier tipo de cultura.
Por otra parte, Rousseau también creía en
la teoría del contrato social como el origen de las sociedades. Sin embargo,
pensaba que en su estado natural los hombres buscarían su propio beneficio sin
dañar a otros, y que para estar en sociedad tendrían que sacrificarse por el bien
común.
En cuanto a la
organización de las sociedades primitivas, Henry
Maine pensaba
que estarían formadas por grupos patriarcales; es decir, por familias con un
hombre poderoso a la cabeza que protegería a las mujeres y a los niños.
Los humanos
prehistóricos se organizarían en tribus a las que darían prioridad absoluta;
esta lealtad se conseguiría debido a que los hombres prehistóricos no tenían
noción de paternidad y, por lo tanto, consideraban a los niños de la tribu como
hijos de todos.
Independientemente de la
forma que tuvieran las sociedades prehistóricas, la aparición de la agricultura
cambió totalmente la forma que los humanos tenían de relacionarse unos con
otros.
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